En octubre de 2019 me fui de vacaciones a Nápoles con dos amigos de toda la vida. Queríamos ir a una ciudad en el sur de Italia, una región llena de vida, con buena comida y bella arquitectura. Ellos no querían ir a Pompeya, que está a pocos kilómetros de Nápoles, así que decidí ir en el último día, cuando ya estaba sola.
Pompeya no es un destino turístico para reírse y sacar fotos posando felices. Todo al contrario. Es una ciudad que te hace reflexionar sobre la vida, la muerte, la naturaleza, los imprevistos, las tragedias ambientales. Mientras caminaba por las calles de Pompeya pensaba en el desespero de su población en el día que el Vesubio se ha “despertado”.
Me hizo recordar también lo que ha pasado en Brumadinho, un pueblo Minas Gerais, provincia de dónde vengo, en Brasil. Y sobre tantas tragedias ambientales que están ocurriendo en el mundo. Me hizo reflexionar sobre el cambio climático, sobre Greta Thumberg y sobre nuestra supervivencia en este planeta que parece estar colapsando.
Pompeya y el Monte Vesubio
Empecemos por Pompeya, en la noche del año 79 a.C. El monte Vesubio despertó de su letargo y vomitó roca ardiente y ceniza hasta 20 kilómetros más allá de sus laderas. Pompeya y otras ciudades cercanas, como Herculano y Estabia, quedaron sepultadas bajo un manto de piedra derretida. No hay un número correcto sobre la cantidad de muertos, pero se estima que fueron alrededor de 25.000 personas las que perecieron.
Según la revista National Geographic, en artículo publicado en diciembre de 2017, contrariamente a lo que creían hasta hoy los expertos, las víctimas no sufrieron una larga agonía por asfixia, sino que perdieron la vida al instante por exposición a altas temperaturas, de entre 300 y 600º C. Prueba de ello son los moldes de los cuerpos, que presentan lo que se conoce como “cadaveric spasm”, una postura adoptada cuando la muerte es instantánea.
La ciudad soterrada fue descubierta en 1748 durante el reinado del rey Carlos VII de Nápoles, más conocido como Carlos III de España, cuando se iniciaron las excavaciones. A pesar de todo el tiempo pasado, hoy en día todavía quedan algunas partes de la ciudad de Pompeya por desenterrar.
Tragedia que inspira el arte
Desde su descubrimiento, la ciudad ha inspirado a artistas como Piranesi, Fragonard, Ingres, Alma-Tadema, Duchamp, Dalí y Warhol. Uno de los primeros trabajos artísticos sobre Pompeya es el óleo sobre lienzo realizado por el pintor Karl Briullov entre 1827 y 1833.
En 2013, El Cleveland Art Museum (EUA) hizo una exposición: The Last Days of Pompeii: Decadence, Apocalypse, Resurrection (Los últimos días de Pompeya: decadencia, apocalipsis y resurrección). Una recopilación que refleja la influencia que la tragedia ha tenido en el arte. La muestra recopilaba pinturas, grabados, esculturas, fotografía y material audiovisual de autores de todas las épocas que en algún momento de su carrera se vieron seducidos por Pompeya. También hay varios libros y películas de éxito.
Sin embargo, la película más reciente: “Pompeya, la furia del volcán”, lanzada en 2014, no ha recibido muy buenas críticas aunque tuviera en su reparto uno de los protagonistas de “Juego de Truenos”, Kit Harington. Quizás sea el momento de “inspirarse” en tragedias y crímenes ambientales más recientes. Como es el caso de «Lavra», documental que aborda los impactos de la minería en Minas Gerais, desde el crimen de Mariana (2015) hasta Brumadinho (2019), provocados por la misma empresa, la gigante Vale. Con creación de Christiane Tassis y realización de Lucas Bambozzi, el documental está en fase de finalización. Sobre Mariana, también se hizo la exposición «A lama: de Mariana ao Mar«, en el Instituto Moreira Salles.
Brumadinho y la minería Vale
Viajemos ahora desde Pompeya, año 79 a.C., a Brumadinho, Brasil, en el día 25 de enero de 2019. Una ciudad con aire de pueblo, con poco más de 40 mil habitantes, rodeada por la Serra Rola Moça y por el río Paraopeba. A 50 kilómetros de Belo Horizonte, capital de Minas Gerais (una provincia más grande que España), Brumadinho está a 19 km del Instituto Inhotim. Una de las más importantes colecciones de arte contemporáneo de Brasil, el Inhotim es considerado el mayor museo al aire libre del mundo. Una región de bellas montañas, ríos y ningún volcán.
Brumadinho tiene solo 80 años y se desarrolló a partir de la minería. Por supuesto, la ciudad está ubicada en Minas Gerais (minas generales), una provincia que tiene este nombre justo por la gran cantidad de minas que tiene. En el inicio de la colonización de Brasil fue el oro (en la región de Ouro Preto), luego las piedras preciosas, los diamantes y, desde hace algunos siglos, el hierro y el niobio. El verde paisaje de Minas Gerais está punteado por enormes brechas de ocre intenso que la minería escarba en la tierra y por descomunales depósitos para depositar los residuos que genera.
Y fue la ruptura de una de estas balsas, en Brumadinho, que ha provocado una de las tragedias más grandes del mundo, con 249 muertos y 21 personas desparecidas. Aquí el link del momento exacto de la ruptura. Según el informe de la ONU, en 35 años, la peor tragedia de rotura de balsas había sido en Italia, en Val di Stava, en 1985, cuando murieron 267 personas. Infelizmente Brumadinho ha superado Vai di Stava y ahora es la peor tragedia del mundo en minería.
Vale, la empresa propietaria de la mina y una de las más grandes mineras del mundo, es reincidente. Eso ya había ocurrido en el día 05/11/15 en Mariana, donde el tsunami de residuos arrasó dos ciudades y recorrió más de 600 kilómetros hasta el Atlántico, alterando las vidas de cientos de miles de personas y dañando gravemente el ecosistema.
¿Tragedia o crimen ambiental?
Tres años después de la tragedia en Mariana vuelve a pasar lo mismo en Brumadinho, pero mucho peor. A final, ¿eso es una tragedia o un crimen ambiental? Para mí, tragedia ambiental es lo que pasó en Pompeya. Lo que ha pasado en Mariana, Bento Rodrigues y Brumadinho son crímenes ambientales. En artículo publicado por la BBC, en el día 29 de enero de 2019, la ONU dijo que la tragedia debería ser investigada como un crimen. No se puede decir que las montañas son culpables. No hubo una explosión de un volcán. Hubo la rotura de un dique de una mina de hierro, o mejor, de dos. Y pueden haber más.
Se puede hablar de negligencia de la empresa Vale, una vez que en ambos los casos no sonaron las sirenas de advertencia, lo que hubiera evitado muertes. Una simple sirena. Además, según la ONU, muchos de estos accidentes podrían evitarse si las empresas hubieron invertido en sistemas de almacenamiento de relaves más seguros o en un mantenimiento efectivo. El informe de la ONU señala que ya existen suficientes protocolos de seguridad y tecnologías alternativas para prevenir accidentes con relaves minerales.
Vale tiene 55.000 empleados en Brasil y una facturación de 36.500 millones de dólares (32.500 millones de euros), generando riqueza para la provincia y para el país. Pero genera menos riqueza de lo que debería, una vez que cobra impuestos más bajos que en otros países. Sobre Brumadinho, Vale distribuirá más ganancias entre los accionistas que compensaciones a las víctimas de Brumadinho.
La indignación ciudadana y el futuro del planeta
La tragedia en Brumadinho generó una gran ola de indignación ciudadana que ha derivado en algunos cambios. Pero el temor a que se repita en otras regiones de Minas Gerais es muy presente. Hay 40 represas en riesgo de ruptura en Minas Gerais. ¿Merece la pena? ¿Morir y destruir la naturaleza por dinero? Para los habitantes de Brumadinho, no. Ha surgido un movimiento de resistencia y algunas personas en luto gritaban: “No queremos dinero!” Hay también el “Movimento dos Atingidos por Barragens” (MAB), un movimiento nacional que surgió desde hace más de 20 años en defensa de los que han sufrido con la ruptura de represas, así como en defensa del agua y de la energía.
Por primera vez, después del crimen anterior en la localidad de Mariana, la sociedad ha presionado al Estado para que encarcele a los presuntos culpables. El grito de las familias sin miedo, que quieren sobre todo justicia, ha resonado de esta vez con más fuerza que en el pasado. ¿Será verdad que la conciencia crítica de los brasileños está creciendo? Ojalá. Porque por detrás de las tragedias en Mariana, Bento Rodrigues y Brumadinho no hay un Vesubio. Hay una de las empresas de minería más grandes del mundo. Es urgente la necesidad de una consciencia ambiental y cambio de actitud por parte de las empresas, de los políticos, de la población. Además de un cambio profundo en la forma de vivir. Solo así tendremos la posibilidad de salvar a nuestro planeta y a nosotros mismos.
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